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lunes, diciembre 04, 2017

Bilogía Los Sauces

1. Un adiós inesperado

«Hola, Ruth:

¿Cómo estás? Ahora mismo seguro que sorprendida, ¿me equivoco?»

Así comenzaba la carta que recibí de Judith, una de las personas más importantes de mi vida, aquel día. Y, no, no se equivocaba. Hacía diez años que no sabíamos la una de la otra, ¿cómo no iba a estar sorprendida?

«¿Qué nos ha pasado, Ruth? ¿Por qué dejamos de hablar? ¿Cuál fue el motivo de nuestro distanciamiento?».

Yo me hacía las mismas preguntas día tras día. 

Y la única respuesta posible que se me ocurría era que, la vida, nos había llevado por caminos distintos y, nuestra amistad, esa que una vez fue lo más importante para ambas, dejó de serlo. Estaba equivocada, lo supe poco tiempo después.

«La última vez que nos vimos, hace ya diez años, fue el día de tu boda con el estirado ese de Jean Paul y, parecías feliz. ¿Lo eres? ¿Eres feliz, Ruth?».

¿Lo era? Por aquel entonces tenía mis dudas, pero, esa carta y mi regreso a Los Sauces, el pueblo que nos vio crecer, las disiparon, cambiando mi vida para siempre.

2. Un sueño por cumplir

RUTH
Sabía que era una locura aceptar la herencia de mi amiga Judith. Sabía que aquello me acarrearía enfrentamientos que no buscaba, sobre todo con mi madre y con Unai, dos personas con las que nunca me había llevado bien y que, ya iba siendo hora de poner en su sitio. 

Por supuesto que sabía que la decisión de quedarme en Los Sauces traería consecuencias en mi matrimonio, y no buenas precisamente. Me dio exactamente igual. Para ser sincera, hasta lo deseaba. 

Sí, claro que sabía que cumplir el sueño de mi amiga, para bien o para mal, me cambiaría la vida, aun así, firme aquel papel que me pusieron delante de las narices, con todas las consecuencias.
¡Yo no era una cobarde!

UNAI
Nunca olvidaré la cara que se le quedó cuando supo quién era yo realmente. Cómo disfrute al verla sonrojarse y pasar vergüenza después de haberme acusado de cosas tan... tan... deleznables. Como tampoco olvidaré su determinación de seguir adelante con el proyecto de Judith y la rabia que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, por ello. 

No podía hacer nada para impedir que heredara, según la ley estaba en todo su derecho, pero, como que me llamaba Unai Morales que iba arrepentirse de haber tomado esa decisión. Le había dejado claro que no la quería allí y no me escuchó. Yo no era tan benévolo como mi hermana y, no iba a permitir que la persona que tanto daño nos había causado a ambos se saliera ahora con la suya haciéndose con su proyecto. 

Además, no estaba dispuesto a correr ningún riesgo con ella, ¡no señor! Apreciaba demasiado mi corazón como para volver a dejar que jugaran con él y lo hicieran trizas. 

Y, si para conseguirlo, tenía que ser un cabrón sin escrúpulos, lo sería.