En una casa en el bosque, al final de un camino abierto por el paso frecuente, vive un viejo del que se dicen muchas cosas: que es un brujo arrepentido, que es un fugitivo de la ley, que el viejo no es tan viejo en realidad.
El hombre se alumbra con velas y se baña en un lago.
Ha renunciado al confort del mundo civilizado a cambio de una calma libertad.
El Viejo tiene una plantación pequeña de la que se ocupa solo. El Viejo no es muy amigable, según se dice.
Catalina, en una populosa ciudad de Argentina, intenta escribir el último libro de la trilogía que pactó con su editorial.
Después del éxito insospechado de su primera obra de misterio, las dos novelas siguientes le parecen un desastre. Eso incluye a la que está en progreso.
La idea de hundirse en una cabaña en un bosque algo siniestro para dormir de día y vivir de noche, invocando fantasmas creativos que pueda dejar sobre las páginas, parece buena al principio.
Pero, cuando arribe, descubrirá que hay más de un problema: la casa está ocupada por un hombre misterioso que lleva una vida de subsistencia y huye de su pasado.
El Viejo vive ahí.
