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lunes, agosto 01, 2016

En los salones del placer


En Confesiones de una Desvergonzada, la adolescente Lucienne nos describía los inicios de su educación erótica. 

Esta novela, continuación de aquella, retoma el hilo de su autobiografía en el momento en que Lucienne se ha convertido en Lulú la Complaciente y desarrolla su polifacético talento amatorio en Las Odaliscas, una de las casas de citas mas frecuentadas de Paris. 

En torno a ella bulle el pintoresco batallón de las pequeñas mercaderes de placeres: Irma la Enamoradiza, La Normanda, Melie la Tres Bocas, Cleo, Fanny, Julia Dedo Diestro y otras, que se desviven por complacer los mas inimaginables caprichos y fantasías sexuales de un regimiento de asiduos clientes. 

Se debe destacar la magnifica utilización del argot prostibulario. 

Las confesiones de estas pequeñas mercaderes de placer harían ruborizar incluso a Pierre Louys.

Diario poco decente de una jovencita


Corre el verano de 1888. Agnés de S. tiene diecinueve años cuando empieza a escribir un Diario. 

Recién salida del colegio de la Inmaculada Concepción, una institución reservada a jóvenes de buena familia, Agnès va a pasar las vacaciones veraniegas al castillo familiar, cerca de Nîmes.

Como es de suponer, la señorita de S. es todavía virgen, pero no tiene un pelo de tonta. 

Durante todo el verano, que se anuncia bastante aburrido, llevará este Diario, que va volviéndose más y más íntimo, ya que las ocasiones de instruirse en la teoría y la práctica del sexo surgen cada vez con mayor frecuencia, al azar de las circunstancias: escenas de amor presenciadas por sorpresa, una camarera muy cariñosa, un joven campesino al que hay que espabilar, el hijo del molinero inagotable fuente de descubrimientos, un hermoso oficial de húsares del que Agnès se enamora vagamente… 

Y mientras se percata de la hipocresía de la sociedad en que vive, sus deseos de romper con las prohibiciones y la satisfacción de revivir sus aventuras se unen al poderoso placer de narrarlos. 

Así, todo confluye de pronto en su vida para convertirla, al final de ese verano tormentoso, en casi una mujer que se permite «casi todo».