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martes, julio 26, 2016

No permitas que amanezca


Compromiso: toda su vida, Kate evitó esa palabra, divirtiéndose con hombres de segunda categoría. 

Su éxito como directora de publicidad de un gran almacén neoyorkino era su mejor compensación. O al menos eso pensaba hasta que Ben apareció en escena. 

Fue contratado para dar una nueva dimensión a la tienda cuya imagen había perdido brillo, pero Ben decidió también cambiar la vida de Kate. 

Demasiado pronto, ella se encontró en sus brazos, demasiado pronto se sorprendió respondiendo a su pasión. 

Demasiado tarde descubrió que había encontrado su pareja, que el juego dejó de serlo, que arriesgaba su trabajo, su futuro... su corazón. 

Con cada caricia


Marina buscaba al Dan que conoció en la escuela, al joven que adoraba escalar montañas y partidario de las causas perdidas, no a ese abogado elegante que ahora la besaba y excitaba. 

Decidió que no vendería la antigua posada que heredó de su abuela. 

Abriría su propio restaurante que le daría un horizonte prometedor, y no tendría que rendirse ante Dan. 

Tenía que superar la pasión que la dominaba, 

¡pero qué difícil era cuando sentía su piel junto a la suya! 

Fuegos Prohibidos


Sus ojos oscuros y su encanto viril habían sido la trampa. 

Ahora ella estaba sumergida en un amor imposible, un amor prohibido. Ahora él estaba frente a las cámaras de televisión, respondiendo fríamente a las preguntas que ella, como periodista, le formulaba. 

Era el primer trabajo que debía enfrentar Amanda en Nueva York. 

Su primer desafío. Era extraño que esta situación la llevara a revivir todo su pasado. En aquel tiempo había conocido a Eric. 

¿Pero cuáles eran las ambiciones políticas que él tenía en la actualidad? 

¿Pretendía él amenazarla o protegerla cuando le rogó que no tocara el tema de la Comisión Harrison?. 

Amanda reaccionó con la mayor seguridad. No cabía duda que Eric era más peligroso que nunca. Pero las reglas habían cambiado. 

Todo obstáculo entre ellos dos había desaparecido. 

Ella era la dueña de su destino. 

¡Y ahora nada le estaba prohibido!